Uno de los conceptos tecnológicos mas «potentes», presentado en mi segunda novela («Revolución«) fue el de los organoides. Estos son pequeños grupos de células (del tamaño de un grano de arroz, o una lenteja) de un tipo único, que se clonan de manera industrial en los laboratorios, para realizar ensayos en batería. Esto permite una mayor flexibilidad en esos ensayos, y el hecho de que las células sean idénticas da una fiabilidad mucho más alta en los resultados.
Por ejemplo, se pueden estudiar células musculares para ver si un medicamento o un alimento es efectivo en su recuperación o crecimiento. En una bandeja con cientos de organoides, se va cambiando la dosis o la composición del medicamento de un organoide al siguiente, para observar las diferencias en su efectividad. Suena bien, ¿no? Y los organoides también pueden utilizarse como cultivos iniciales para auto-trasplantes (lee sobre esto aquí), eliminando posibles problemas de rechazo.
También se pueden crear organoides para estudiar el comportamiento de riñones, hígado, huesos… Cualquier órgano que se quiera analizar es potencialmente factible.
Pues bien, esta tecnología es real, y está ayudando a reducir la necesidad de ensayos con animales, por ejemplo.
Sin embargo, podría haber algunos problemas éticos o morales, que es lo que intenté plasmar en «Revolución«. Y el principal problema surge en los organoides cerebrales, pequeños «nudos» de neuronas desarrollados a partir de muestras de un cerebro. La pregunta que hago es si la consciencia (el alma, el espíritu… como quieras llamarlo) reside en el cerebro, ¿Se está replicando esa consciencia? ¿A partir de qué tamaño de organoide se considera un ser consciente? ¿diez mil, cincuenta mil neuronas? Hay insectos con muchas menos…
Dentro de mi novela no desarrollé mucho este tema, y me orienté a otros (la necesidad de que los ciborgs tuviesen forma y tamaño humanos). Pero seguí las noticias sobre los organoides con interés y, de hecho, los organoides son la parte principal de un relato que verá la luz en su momento.
Otro ejemplo: En un «descuido» de laboratorio se dejaron organoides neuronales junto a otros musculares, con el resultado de que se estableció una conexión efectiva, y los primeros podían activar los segundos sin interacción de los técnicos del laboratorio. ¿Se puede considerar eso consciencia?
En 2021, se consiguieron crear organoides neuronales con zonas sensibles a la luz (lo que se interpretó como «mini cerebros con ojos» (tienes el enlace aquí), y recientemente se ha propuesto crear pequeños ordenadores donde parte de la lógica se sustituye con redes neuronales… hechas de neuronas.

Y el último post, preocupante, propone que algunos científicos ya habrían conseguido crear un robot controlado por un organoide neuronal... La (ciencia) ficción y la realidad están más cerca que nunca. En mi caso, tendrás que esperar a que mi relato vea la luz (o bien, leer «Revolución«, para llegar un poco más allá en las reflexiones que te propongo allí).
Y en tu caso… No me digas que estas noticias no son excitantes, preocupantes, motivadoras… Solo hay que encontrar el enfoque adecuado, y protegerlo legalmente. ¿Qué te parece?